¿De verdad es un chollo heredar 1.200.000 euros de una desconocida?

16.09.2013 10:42

Quien deja herencia, deja pendencia. Lo dice el refrán castellano y lo personifica el gijonés José Antonio 'Pepe' Vinagre (nombre literario donde los haya, pero real), cuya historia se resume en dos momentos. El primero, una mañana de 2011 en la que recibe una llamada telefónica:

– ¿José Antonio Vinagre? – Yo soy. ¿Con quién hablo? – Le llamo de la Comunidad de Madrid. Usted sabe que nos debe 370.000 euros en impuesto de sucesiones, ¿verdad? – ¿Yo? Pero si no he heredado nada, ¿qué les voy a deber? – Tengo aquí un testamento en el que usted, su madre y su hermana son únicos herederos de una tal E. M. L. ¿La conoce? – No, no conozco a nadie con ese nombre. – Pues usted verá, pero heredan 1.200.000 euros.

El segundo momento tiene lugar dos años después, cuando Pepe,desesperado, ahogado por las deudas tras aceptar la herencia maldita, charla con este diario:

– Después de todo, mirando atrás, ¿volvería a aceptar la herencia? – Claro que no, ni de coña. De hecho, he intentado venderla, con sus deudas incluidas, porque hay empresas que compran estas cosas...¿Sabes cuánto me daban por ella? Mil euros. Mil euros por 1.200.000.

¿Qué sucedió en esos dos años? La historia de la herencia envenenadaincluye todos los elementos dramáticos necesarios para una novela de, digamos, Juan Marsé.

La noticia inesperada

Octubre de 2011. José y su familia son informados de que son herederos universales de la madrileña E. M. L., una completa desconocida que, según descubren después, trabajó para el abuelo materno en una empresa que cerró allá por 1973.

Pero hay truco. «Teníamos que pagar 650.000 euros para poder heredarlo, así que había hilar muy fino. Mi madre lo primero que hizo fue rechazarla, se fue a un notario, pagó 50 euros y se lo quitó de encima. Mi hermana y yo seguimos adelante».

José viaja a Madrid e investiga. Descubre que la mujer murió de Alzheimer, demenciada, en una residencia de ancianos de la calle Doctor Esquerdo. Que la Comunidad de Madrid tuvo la tutela en sus últimos cuatro meses de vida, después de que la Policía la encontrara varias veces vagabundeando, sonámbula por la calle y un juez decide que debe estar al cargo público.

Aflora un patrimonio con trampa. Hay 350.000 euros en dos bancos, BBVA y Santander, «pero esas mismas entidades lo han ido esquilmando con preferentes y todo tipo de productos basura, haciendo como que la mujer no estaba muerta, aunque lo sabían bien... Le siguen haciendo tarjetas como si estuviera viva, en fin».

El resto, hasta 800.000 euros, está en dos inmuebles. Un piso en la calle de Maiquez y una oficina en la avenida del Mediterráneo. «Y aquí obviamente sí que hay mucha trampa», dice Pepe: «Las tasaciones están hechas sobre mapas de Google View, los tasadores no han ido allí...».

El cepo administrativo

Para rematarlo, el cepo administrativo: «La Comunidad de Madrid me llama cuando apenas quedan tres meses para que prescriba la herencia y quede en poder del Ayuntamiento de Madrid, para así cobrar todos los intereses de demora. En vez de poner en orden el patrimonio de la mujer, a lo que estaban obligados por tener su tutela, lo que hacen es dejar pasar el tiempo para poder cobrar los mayores intereses de demora posibles, así que cuando faltan unos pocos meses para que prescriba te avisan».

Resultado de esa operación según Pepe: «Unos 66.000 euros en intereses de demora que te colocan porque sí, sin comerlo ni beberlo, con una estrategia clara para sacarte lo máximo posible».

En paralelo, emerge la figura de E. M. L., la desconocida benefactora. Pepe habla con el portero del domicilio y con los vecinos, y consigue entrar en la casa en busca de rastros de su propia familia, de motivos.

«Vi todas las fotos, abrí todos los cajones y no encontré rastro de nada que pudiera explicar por qué nos dejó todo lo que tenía». Pepe encuentra pequeños retazos de una vida que no logra cruzar, no obstante, con la de su familia. «Después de trabajar para la empresa de mi abuelo, estuvo dando clases en la Escuela de Idiomas, igual que mi madre, que, sin embargo, no la conoce de nada». Como si tuviera algún tipo de doble vida, en la empresa la llamaban E., mientras que en la escuela era M.

Más coincidencias: «Yo a esta mujer no la conocía de nada, pero ella a mí me pudo conocer perfectamente porque vivía al lado del colegio al que fui yo cuando yo vivía en Madrid... Pero no encontré nada».

Relación sentimental

Pepe imaginaba que la mujer, nacida en 1925, podría haber testado en los 80, «después de trabajar con mi abuelo y quizás ya cuando la enfermedad empezó a afectarla, pero en realidad el testamento es de 2006... Obviamente, se nos ocurre que pudo tener algún tipo de relación sentimental con él, pero no tenemos prueba ninguna».

Finalmente, Pepe pasó por el aro: vendió patrimonio y repartió el pastel con su hermana María Luisa. Él se quedó con la oficina de avenida del Mediterráneo. «La Administración la valora en 400.000 euros, pero ahora no la puedo vender ni en 150.000. Voy bajando varios miles cada mes. Incluso intenté irme a vivir ahí, convirtiéndola en vivienda, pero la comunidad de vecinos no me lo permitió. Alquilarla tampoco está siendo fácil. Ahora mismo la tengo vacía y deteriorándose», explica el hombre desde Gijón.

Con el dinero pasó otro tanto. «Desde 2011, aún no he conseguido que los bancos me den los documentos de qué hicieron con su patrimonio, aunque me consta que sabían que estaba muerta y le siguieron cobrando su Visa Oro, por ejemplo. Le colocaron de todo, pero ahora oscurantismo absoluto. La Agencia Madrileña para la Tutela de Adultos, quien tenía la responsabilidad, no se ocupó de nada. Les pregunté y dijeron: ‘Es que como había muerto...’. No se ocuparon absolutamente de nada: no se sabe siquiera quién la incineró, ni qué se hizo con sus cenizas, ni nada de nada».

Pleitos pendientes

Un reguero de pleitos mantiene ahora a Pepe, economista, enredado en con telaraña bancario-administrativa: «Es todo fachada: te roban como pueden, y la ley les protege», explica. En la desesperación, intentó vender la herencia a dos empresas: «Una no me daba nada y la otra 1.000 euros».

Para rematar, el elemento humano: «Yo nunca conocí a esta mujer, pero ahora sí sé lo que debió de sufrir: cuando nos llamaron en 2011, mi madre estaba perfectamente. Ahora, tiene Alzheimer, igual que nuestra benefactora».

Fuente: El mundo

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